Hace algunas semanas coqueteé con lo impensable. Al ver el deterioro de las cosas al grado al que están, me cuestioné si votaría por AMLO en 2018. El sólo cuestionármelo ya es para mi algo que en mucho tiempo hubiera considerado impensable. Quizás le vendría bien a este país un buen jalón de orejas y cambio de formas. Pensé. Igual le vendría bien una violenta cacería de brujas y ver finalmente al expresidente en prisión. Quizás.
Pero pronto recuperé mi anti Amlismo. Y aquí expongo algunas razones para sustentarlo.
- El menos peor no es virtuoso: Mucha gente responde, ante las críticas a AMLO, ¿Pero, entonces votarías por el PRI o por el PAN? independientemente de que no me considere partidario de ninguno, me parece que esa respuesta no es la correcta. Si su adoración por AMLO es porqué es mejor que el PRI, de verdad tenemos un serio problema de donde ponemos la vara para medirnos. No sé por quién termine votando. Y no se si mi voto termine siendo determinante, pero apoyar abiertamente a un candidato, porque él dice que va a arreglar todo lo que los otros han hecho mal, pero con total ausencia de “cómo” y con un “track record” bastante cuestionable, me parece sintomático de la mediocre naturaleza conformista arraigada en nuestro ADN . No señor, yo no pienso darle mi apoyo al menos peor.
- No es transa. Eso puede ser que sea cierto. AMLO no ha demostrado actuar para ser él el beneficiado directo. A pesar de que le han buscado hasta por debajo de las piedras, al parecer AMLO no se ha enriquecido, ni tiene negocios lícitos o ilícitos como la mayoría de la clase política. Eso habla de la personalidad del personaje, no le interesa el dinero. De acuerdo. Pero ¿eso lo hace el mejor, o necesariamente “bueno”? No señor. Esta persona ha demostrado durante décadas que lo que le interesa es el poder, y dudo si el poder por el poder sea más peligroso que el poder por el dinero. Hasta ahora esa obsesión enferma por llegar lo ha llevado a desacreditar a TODO lo que no está a su favor: Periodistas, críticos, caricaturistas, encuestadores, ONG’s, jueces, “instituciones”, empresarios y rivales. TODOS son parte de un comoplot si no se alinean al discurso del Mesías. TODOS.
- No es transa pero juega las mismas reglas del sistema. AMLO no se ha enriquecido. Pero ha permitido que en toda su estructura, su partido y sus partidarios operen de la misma manera que los viejos partidos: Con concesiones a oscuras, sin responsabilizarse de actos de corrupción evidentes, y sin la menor auto crítica. En Morena AMLO manda. Punto y se acabó. Personas cercanas a él confabulan con recursos, transan igual que los de otros partidos, pues Andrés lo sabe, el dinero y las concesiones son necesarios para ganar. Quizás no tiene la vorágine Duartiana de embolsarse los recursos a la mala, ni le apetece de ninguna manera jugar al jet-set de Miami, pero conoce las cloacas del sistema, los juegos de poder y de intereses. AMLO no cambiaría de ninguna manera el sistema de corrupción que invade todo el sistema. Su paso por el GDF lo demuestra. La opacidad en su toma de decisiones y la arbitrariedad con la que decide el rumbo de su partido, hablan de un príismo demasiado enquistado en su personalidad.
- El dogma como forma de convencer. Tenemos una clase política tremendamente cínica, en todos sus niveles y en todos sus partidos, incluido Morena. Pero creo que de los defectos, el dogmatismo se desayuna al cinismo. Vemoslo así, el cinismo necesita de una población pasiva e ignorante para que las “cosas pasen”. El dogmatismo utiliza esa misma población ignorante en favor de una causa aparentemente “moral”. El riesgo está en que ante el cínico la gente puede reaccionar y cambiar. Ante el mesitas, la gente deja de pensar por qué está detrás de él por una “convicción”. Y cualquier crítica (incluida la auto) resulta imposible pues conlleva una emoción de traición. No se puede criticar al bien. No se le puede juzgar ni exigir cuentas. Las deidades son muy peligrosas en la tierra, la historia no sólo de las dictaduras, sino de las monarquías nos lo han dejado claro.
- La incoherencia detrás del dogma. El bien cuando conviene. Cuando se le critica entonces se es arrojado del paraíso. Pero si el jugador tiene relevancia, tiene poder para la causa, entonces será bienvenido, absuelto, y defendido como parte de los soldados luminosos. Y ahí tienen a Bartlett, Monreal, o la desbancada reciente del PRD. Lo peor es que ante el dogma, el mesías difícilmente se rodea de los mejores. Los mejores prefieren pensar a sólo obedecer.
- La irresponsabilidad. Estoy convencido que cuando alguien alude su responsabilidad, está condenado a serle inútil a la solución. AMLO ha eludido su responsabilidad en episodios tan trágicos como los de Ayotzinapa y su apoyo a Abarca. Si uno evade su responsabilidad, al menos es honorable no apuntar al de al lado…
- Su tibieza en temas fundamentales. Nuevamente, como el poder es lo más importante, la postura ante situaciones controversiales se convierte en un juego suma negativa para el mesías que busca la aprobación de todos en todo. AMLO no se ha pronunciado a favor de temas de libertades fundamentales como el aborto, el matrimonio igualitario, o la eutanasia, ni ha condenado gobiernos posiblemente aliados o afines como su terrible y complice silencio ante la situación de Venezuela. No oliviemos como justificó los linchamientos de hace algunos años hablando de “el México profundo”. Y pues sí, es profundamente mexicano ser ambiguo en temas controversiales. O probablemente otros llamarían cobarde.
- El resentimiento. Me es imposible ver la cara de Andrés Manuel y no pensar en una persona profundamente resentida con la vida, con una clase política que le dio la espalda y que ahora quiere conquistar a la mala. Los comics que mandó imprimir cuando era Jefe de Gobierno para burlarse de las marchas por la seguridad habla de como, muy en el fondo, en él existe un resentimiento hacia el sector “acomodado” del país. Creo que es sano luchar contra la desigualdad y el profundo racismo y clasismo que predomina en nuestra sociedad, pero cualquier lucha que nace del odio la condena a contaminarse de él. Y lo que necesita este país es que ricos y pobres se vean las caras, pero en la mesa sentados, en los salones de clases de las universidades, no en un campo de batalla.
- Su historia. El señor no aceptó resultados electorales, despotricó contra todos sin pruebas. Y el absurdo de su protesta lo llevó a “tomar protesta” como presidente “legítimo” ¿Qué lo legitimó? una votación en el zocalo a mano alzada. Si 2/3 partes de la población no votaron por él, ¿Con qué derecho? A nivel personal, no hablan bien de él sus calificaciones universitarias ni su pobre preparación académica. Tampoco el odio que se tiene con sus hermanos. No habla inglés. No parece ser una persona culta que confíe en su inteligencia y su conocimiento (y pues si creemos que eso no es importante veamos a nuestro actual presidente).
- Al parecer, él tampoco quiere ser presidente. ¿Por qué digo esto? porque en el fondo creo que AMLO es de esos personajes que disfrutan ser el comentarista en el burladero. El que señala desde donde no puede ser cuestionado. Y muy en el fondo, le rehuye a la idea de tomar responsabilidad como gobernante. Esto me quedó muy claro en las elecciones de 2012. Cuando empezó a acercarse a Peña en las encuestas (más por méritos de Peña que por él mismo), cualquier jugador en su posición hubiera moderado el discurso, hablarle al elector indeciso que estaba dispuesto a olvidar sus rabietas de 6 años atrás con tal de no ver a Peña de presidente. ¿Qué hizo AMLO? se radicalizó. Despotricó contra todos y contra todo. Anticipó un fraude sin evidencias, repitió su desgastadísimo discurso del complot y repitió y repitió que él tenía sus propias cifras. Lo que logró fue ayuntar al elector moderado, alejar el voto útil contra el PRI y perder las elecciones cuando tenía una enorme oportunidad de ganarlas. En mi opinión, muy en el fondo, a AMLO le aterra llegar.
En fin, ahí está. Que se abra la discusión y que se abstengan los zombies.