Los hechos recientes en la política de nuestro país nos hacen pensar en una enorme paradoja: ¿Por qué una persona con la supuesta inteligencia para llegar a la presidencia (no importa los medios y los planes de quienes lo impulsaron) puede en la práctica tomar decisiones a la vista tan equivocadas? o cómo diríamos en la calle, ¿Cómo es posible que un pendejo de ese tamaño sea nuestro presidente?
Mi primer pensamiento es lo complejo de determinar la inteligencia humana. Todos sabemos que el desempeño académico no la determina, como tampoco lo hace un bagaje cultural o una experiencia de vida de tales o cuales características. Hablar de La Inteligencia es meternos en miles de interpretaciones, perspectivas, y formas de medición que resulta imposible establecer un consenso de lo que se tiene que tener para ser o no inteligente, o al menos más inteligente que otros o que el promedio.
Como egresado del ITAM me enseñaron que la inteligencia estaba directamente relacionada a la comprensión y capacidad de abstracción de conceptos económicos y matemáticos, pero era poco o nada premiada la habilidad demostrada de las personas de poder contrastar dichos conceptos en la realidad y contexto de nuestro país o comunidad. La inteligencia emocional era otro aspecto no sólo descuidado sino ignorado en la visión formativa de mi alma mater. Todo lo contrario. El objetivo formativo muchas veces parecía fortalecer una inseguridad interna que motivaba a ser “overachievers”como forma de sobresalir.
Hoy creo que la inteligencia se sustenta en nuestra capacidad de discernir. De tomar las mejores decisiones, considerando el impacto inmediato, no tan inmediato, que pueden tener en el entorno, en las personas que te rodean y la comunidad a la que perteneces. El discernimiento es esa pausa interna, en el que sopesamos impulsos con reflexiones, información con intuición, costos contra beneficios, consecuencias y alteraciones. El discernimiento no nos exime de equivocarnos, pero si nos regala la oportunidad de tomar decisiones con consciencia.
¿Qué elementos determinan un correcto discernimiento, y para ser más precisos, en decisiones relevantes de una alta esfera de impacto político? En mi perspectiva son sólo dos. La capacidad de escucha y la confianza individual.
La capacidad de escucha, en un entorno político de alto rango, está asociado a la calidad, diversidad y rol que juegan las personas cercanas al tomador de decisiones. Así como el respeto, humildad y profundidad con la que el líder recibe los diferentes puntos de vista.
Revisando la historia reciente de los presidentes de México, considero que tuvieron buena capacidad de escucha Miguel de la Madrid, Carlos Salinas, Ernesto Zedillo, Vicente Fox y Enrique Peña. De estos, muchos establecieron “jerarquías” y fueron seducidos de manera excesiva por un interlocutor, lo que los llevo a discernir con un sesgo peligroso: Carlos Salinas, Vicente Fox, y Enrique Peña; cada uno con su “preferido” que muchas veces respondió a sus propios intereses o ambición: Cordoba Montoya, Martha Saghún y Luis Videgaray. Felipe Calderón, padeció su incapacidad para establecer una posición más humilde y más abierta a la hora de dejarse asesorar. Su inteligencia rápida y sagaz, sumada a la testarudez y falta de confianza en los demás, lo llevó a tomar decisiones sin considerar todos los escenarios y todas las consecuencias.
El segundo elemento de un correcto discernimiento es la confianza en la decisión que se está tomando. La confianza que tiene la persona en su habilidad de identificar riesgos y beneficios, de extraer en cada comentario lo más valioso y lo que no es importante. Y moverse en la dirección de su decisión con absoluta responsabilidad, que implica, de antemano, pagar los costos que cualquier decisión conlleva. Incluso, la confianza se demuestra en la capacidad de recapacitar, echar marcha atrás, y corregir el rumbo, con las disculpas honestas correspondientes. La confianza se puede ver en la forma en el que una persona puede responder a una pregunta no planeada, a la capacidad de improvisar, a la velocidad de mente, tono, y forma en la que afronta situaciones no planeadas. A la seguridad que transmite hacia sus interlocutores, y la firmeza con la que se expresa cuando no está de acuerdo con algo.
¿Quienes han sido tomadores de decisiones “seguros” de si mismos? vámonos ahora sí por orden cronológico: Miguel de la Madrid, definitivamente no lo fue. Carlos Salinas actuó durante casi todo su sexenio con una implacable seguridad, que se desmoronó en su ultimo año de gobierno. De manera inversa, la seguridad en la toma de decisiones de Zedillo fue en crecendo durante su sexenio. Vicente Fox parecía muy seguro durante su campaña, pero en el poder fue perdiendo seguridad al aferrarse a consensos generales que nunca lograría (buscaba decisiones que no tuvieran costo, y al final salían mucho más costosas), y sus últimos años fue delegando ese poder a su esposa. Calderón es quizás el presidente más “seguro” en su toma de decisiones, y muchas de las más controversiales las mantuvo a pesar de volverse francamente impopulares, como la guerra contra el narco. Enrique Peña parecía determinado durante sus primeros dos años de gobierno, con el Elbazo y las Reformas, pero a partir de los escándalos de corrupción, Enrique no ha salido de un loop donde cada decisión que toma le sale de mal en peor.
En resumen, tuvimos a un presidente humilde pero indeciso en De la Madrid, lo que le costó al país 6 años de estancamiento. Un presidente que escuchaba pero que pronto se dejó influenciar por una sola persona, lo que a pesar de una enorme seguridad, le hizo caer en desastroso final de sexenio, la historia de Carlos Salinas y Cordoba Montoya. Ernesto Zedillo pagó las consecuencias de llegar a la silla como bateador emergente y con ajustes demasiado tempranos en su mandato, lo que provocó que la crisis económica derivada de la devaluación del 94 fuera mucho más profunda de lo que pudo haber sido. Sin embargo, su confianza y su capacidad de asesorarse fue creciendo y selló su sexenio con la medalla de la alternancia y con importantes cambios tanto económicos como democráticos. Vicente Fox hizo un esfuerzo forzado por rodearse de los mejores (hasta head hunters contrató) pero a la hora de las decisiones importantes buscó de manera ingenua las decisiones conciliadoras, cometiendo errores importantes por esa ingenuidad. Esto lo llevó poco a poco al desencanto por el poder y delegar lo que no se puede. Calderón se rodeó de un equipo de jóvenes que lo veían como su mentor, más que de un grupo de expertos que lo pudieran confrontar o retar en decisiones e inteligencia. Optó por ser el capitán que quiere jugar todas las posiciones, y que no pasa el balón. Si bien considero que fue congruente en las decisiones que tomó, su intención y su fundamento, su ejecución pudo ser mucho más efectiva si hubiera tenido un equipo de mejor nivel. Finalmente llegamos a Peña. Es probable que los dos primeros años ya estuvieran de alguna manera “planchados” y que las primeras grandes decisiones estuvieran marcadas por la experiencia directa de sus mentores (el famoso “Quinazo” y los cambios estrucutrales), el problema fue cuando el script se movió y tuvo que entrar su verdadera inteligencia y juicio. Peña ha resultado ser el mismo que vimos en la feria del libro. El soldado impecable en la ejecución de lo que ya tenía un plan, pero el perrito en el periférico cuando se encuentra en la soledad del discernimiento. Hoy tenemos a un presidente atropellado. Cometió el mismo error que Carlos Salinas al reducir su grupo de escucha a una persona. Pero con una mucho menor seguridad para tomar decisiones.
El futuro de Mexico requiere en sus esferas de poder personas con capacidad de discernir. Esto implica un bagaje de conocimiento y experiencia importante combinado con la humildad de saberse rodeado de los mejores, y la congruencia de afrontar las equivocaciones.
Hagamos nuestros respectivos juicios. En mi sentir pocos en la primera linea cumplen con esta dualidad. José Antonio Meade, quizás en menor medida Ricardo Anaya. Y otros que claramente pueden retomar lo peor de los anteriores. Andrés Manuel ha dejado muy claro que él es el mandamás de sus campañas, partido, y estructura. Por eso desconcierta verlo rodeado de personas como Elenita pero presume poco la confianza que tienen en él personas con el peso de un Juan Ramón. En ese sentido Lopez es más parecido a su némesis Calderón, de lo que él mismo puede observar. Pero a la hora de la confianza, Lopez Obrador ha resultados ser bastante menos congruente que el propio Calderón. Su postura hacia premisas liberales como el matrimonio igualitario, el aborto o la reciente oferta de “amnistía a los corruptos” han sido tan tibias como muchas de las decisiones que tomó su otro Némesis, Vicente Fox. Entonces, ¿estamos ante un candidato con un discurso atractivo, pero que en los hechos es un tomador de decisiones inseguro de su discernimiento y con nula capacidad de escucha? Tengamos cuidado, porque sí, sí podemos estar peor de lo que estamos.