Ayer leí un artículo de Jesus Silva Herzog donde se desgarraba un poco las vestiduras por el anuncio de Margarita Zavala de aspirar a la presidencia aun sin en apoyo del PAN.
Después de acabársela con argumentos bastante contundentes, sobre la falta de experiencia y capacidad de la potencial candidata, Silva Herzog se mostró sumamente molesto por la actitud desafiante de Margarita al PAN, como si fuera hoy impensable que un político pudiera “desalinearse” de la institución partidista, como si fuera un hecho sin antecedentes que pudiera afectar de alguna manera el circulo perverso de la democracia mexicana.
¿En verdad es una amenaza que un candidato anuncie que aspira con o sin partido a un puesto? ¿Amenaza de quién hacia quién y para quien?
El país ha dado un avance impensable en términos de las candidaturas independientes y lo que se logró en las elecciones pasadas habla de un potencial que no se queda a nivel de una oposición a modo y limitada por el propio sistema.
Es más, lo que antes hubiera sido el saltadero de un partido a otro de quienes consideran merecer tal o cual candidatura, parecen hoy tener una vía mucho más libre y posible que el saltar a otro partido, pactar y “negociar” con su nuevo “representador”.
A mi me parece que el hecho de que un candidato decida participar fuera del contexto de un partido político, desafiando o no a este, es un ejercicio que acerca el proceso democrático a la gente y lo aleja de las cúpulas. Al final, la posibilidad real de una desbancada de candidatos de un partido político hacia candidaturas independientes implicaría una división en su intención de voto, y por ende, reconsiderar el poder de peso que tal o cual candidato pueda tener. Y eso, sí, debilita a los partidos, sí. Buena falta les hace.
Al final el PAN está poniendo sobre la mesa el balance que podría “equilibrar” la intención democrática de candidatos independientes con la via institucional y de gobrenabilidad que los partidos le dan al sistema. Este vehículo es la segunda vuelta en la elección presidencial. Un esquema que permite a los ciudadanos emitir su voto de manera libre en una primera ronda, y de manera útil en la segunda.
Como ciudadano me encantaría ver dos boletas en 2018. Una donde personajes que no cuenten con el respaldo “sistemático” hagan valer su fuerza propia. Y una segunda que me permita elegir, o en su defecto, descartar a quien no quiero que llegue al poder.