La desconfianza que genera desconfianza. ¿Dónde se rompe el círculo destructivo?

Ayer por la noche tuve la oportunidad de participar en una reunión de la revista Líderes Mexicanos. El encuentro fue con “Lideres del Futuro” de los cuales creo que yo ya candidateaba para ser de los “líderes potenciales” del pasado.

Fue muy interesante escuchar a un joven político de Texcoco, a un emprendedor de carsharing, a un coach deportivo, una diseñadora de modas, un alto ejecutivo de una empresa de aplicaciones para taxis, una emprendedora para servicios domésticos, un artista/cantante y un funcionario de alto rango en la industria del cine en México. Este país tiene talento, me queda claro.

Lo que me llamó la atención, sobretodo cuando expusieron los emprendedores (quizás los más jóvenes y brillantes de la reunión) sobre empresas que, de alguna manera, tienen siempre un riesgo de “confianza” implicito alto (Subirte a un taxi, o compartir tu coche, o solicitar una empleada doméstica a través de una app) fue que el tema se centraba siempre en el lado de la desconfianza que estas situaciones pueden generar. A tratar de establecer que tan “bullet proof” puede ser una app de equis o zeta funcionalidad que reúne a 2 privados a compartir un servicio y verse igualmente beneficiados.

¿Por qué somos así los mexicanos? ¿Por qué le damos tanto peso a ese porcentaje minoritario que siempre va a buscar agandallarse, darle la vuelta al sistema, perjudicar?

Me recordó un pasaje de un libro que estoy leyendo actualmente (Muy interesante por cierto “The (honest) truth about dishonesty”) donde el autor habla de lo que una vez escucho de un policía canadiense. “Las puertas cerradas con llave en las casas es para protegernos del 1% que querría entrar a robar, y para recordarle a otro 60% que no debe”

Y creo que por ahí está el meollo del asunto. Vivimos bajo la percepción de que el 61% busca romper la chapa y llevarse las joyas de nuestra abuelita. Y con esto no quiero decir que debamos dejar las puertas abiertas. No. Pero a lo que voy es que una chapa puede ser suficiente para detener a ese 1% y disuadir al otro 60%, que quizás caería en el terrible lema de “la ocasión hace al ladrón”.

Ahora, si lo vemos más a fondo, esta confusión de disuasión con paranoia se ve explícita en muchos de nuestros comportamientos y nuestra estructura jurídica. Leyes, procedimientos, trámites, burocracia y más burocracia que asumen que el 61% tenemos la intención de quebrar el sistema, y por tanto el sistema debe de ser protegido con tantas chapas, candados, y alarmas sea posible. A pesar de que esto nos convierta en seres paranoicos e imprácticos. A pesar de que nos lleve al límite de odiar nuestra propia casa cada vez que entramos o salimos.

¿Qué es antes? ¿El huevo o la gallina? ¿La desconfianza o el desconfiado? Hace algunos años escribí este texto sobre la paradoja de la confianza y la transa en México. Hoy creo que debemos de empezar a ver las enromes virtudes, no sólo económicas, sino de conveniencia de empezar a actuar bajo una premisa de confianza. De asumir que si un Taxi usa Yaxi o EasyTaxi, o decides irte a Queretaro con alguien que contactaste por Tripda, o si pides el servicio de una “aliada” para ayudarte con la limpieza de tu casa en Aliada, las probabilidades de que las cosas salgan bien siempre serán muy altas, y que los mecanismos de confianza e incentivos así lo predicen. Empezar a pensar en una chapa en la vida. No en veinte candados y alarmas. En comprender que las redes de confianza se construyen confiando. No al revés, pero sí viceversa.

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